Palabras que distorsionan la realidad

Palabras que distorsionan la realidad

24/11/2019 |

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La palabra es, como dice el diccionario de la RAE, una unidad lingüística dotada de significado. A través de las palabras podemos, además de conocer una lengua, hacernos una idea de cómo una sociedad determinada percibe el mundo y entiende la realidad. Por eso es imprescindible que cada época cree sus propios conceptos para identificar, etiquetar y ordenar la realidad de la que se ocupa y que le preocupa.

Es importante no perder de vista el contexto social en el que surgen las palabras y comprender que tanto éstas como la realidad que designan, una vez que se convierten en conceptos, son un producto de la construcción social que puede ser manipulado y desvirtuado. 

Desde UGT, sindicato feminista, no podemos dejar de preocuparnos por el uso que se hace de determinadas palabras para referirse a realidades que nada tienen que ver con el significado real de aquellas. En el marco de la conmemoración del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, queremos incidir en la necesidad de diferenciar la violencia de género de la violencia intrafamiliar,  palabras estas últimas adoptadas hace poco por algunos partidos políticos con el único objetivo de negar la existencia de la violencia machista como un problema estructural de nuestra sociedad. La violencia de género es la que ejerce el hombre sobre la mujer solo por el hecho de ser mujer, tal y como recoge la propia Ley de medidas de protección integral contra la violencia de género, aprobada en 2004, en su exposición de motivos. Por su parte, la violencia intrafamiliar o doméstica es la que se produce entre personas que tienen un vínculo familiar y encuentra su regulación jurídica en nuestro Código Penal, que ampara a los ciudadanos y ciudadanas ante cualquier tipo de violencia.

La violencia de género, a diferencia de la doméstica, tiene un origen exclusivamente machista y es la manifestación pura y dura de la cultura patriarcal y ancestral que históricamente ha venido prevaleciendo en nuestra sociedad, en la que el hombre tiene autoridad y goza de múltiples ventajas sobre la mujer, incluso hasta para asesinarla. Y hablamos en presente porque los asesinatos machistas se siguen produciendo y las denuncias de violaciones y ataques a las mujeres siguen en aumento, lo que nos deja claro que las medidas que vienen adoptando las Administraciones aún son insuficientes, entre ellas la de incluir medidas que favorezcan la formación del alumnado en los valores de igualdad de género.

De modo que cuando utilizamos la expresión "violencia de género" nos estamos refiriendo a una realidad muy concreta y perfectamente acotada, pero cuando usamos las palabras "violencia intrafamiliar" para referirnos a los ataques que sufren las mujeres por razón de su género, pretendemos precisamente lo contrario: disimular o enmascarar esa misma realidad.

Ante este panorama, poner en cuestión la existencia de la violencia machista mediante el uso intencionado de palabras que para nada describen una realidad en la que decenas de mujeres son asesinadas cada año es, como poco, imprudente y peligroso. Peligroso porque obviar que hasta el 31 de octubre han asesinado a 51 mujeres es dar la espalda a la más brutal manifestación de desigualdad y discriminación hacia las mujeres y constituye una violación de sus derechos humanos fundamentales, como el derecho a una vida segura, digna y autónoma.